domingo, 13 de mayo de 2012

No hay que cambiar el gobierno, hay que restaurar el sistema.



En España estamos viviendo actualmente las consecuencias de un progreso muy mal entendido. Tras la transición a una democracia que aún hoy es joven, es evidente que ha habido importantes avances en lo que a conciencia social se refiere.
Sin embargo, ¿a qué nivel? Mi impresión es que muchas, aunque por fortuna no todas, de esas conciencias sociales son sólo apariencia, una mentira. El fallo radica en haber enfocado ese progreso de manera equivocada. Tuvimos la mala suerte de abandonar una dictadura justo en el momento en que el Capitalismo se alzaba…El resultado es una sociedad que ha pasado de la más absoluta represión a una especie de espejismo de libertad basada exclusivamente en el consumo. Todo, absolutamente todo está enfocado hacia el mercado.
El mayor ejemplo que se me ocurre es la educación. No son sólo el gobierno, la crisis y los recortes lo que la hace empeorar, sino gran parte de la propia comunidad educativa…El principal agente educativo son los padres o tutores. La mayoría de los padres ignora cuál es su cometido. Algunos cometen el error de no atender a sus hijos, mientras que otros (que suelen ser los peores), lejos de implicarse en la educación de sus hijos, se exceden. Esto resulta altamente contraproducente para los niños. Se aprende de los errores, y esta clase de padres que tanto abunda, no les deja equivocarse. A través del error y de las consecuencias de éste, a través del juego, de la libertad, de la experiencia, y no exclusivamente del estudio, los niños, que vienen al mundo y lo encuentran todo nuevo, comienzan a adquirir responsabilidades y competencias que, más allá de los conocimientos, les serán muy útiles. Gracias a la adquisición de estas competencias, su mente, su personalidad, sus capacidades se desarrollan y se convierten en herramientas que les ayudarán a desenvolverse en todos los ámbitos sociales. Para comprender esto debemos ver a los niños como personas que conformarán el mundo del futuro, no sólo a nivel profesional y laboral, sino lo que es más importante, a nivel ético y moral. Y sobretodo, debemos tomar este enfoque con la principal motivación, que es hacerlo POR SU BIEN. Una persona feliz enriquece la sociedad, y la sociedad adquiere su sentido, que es enriquecer a las personas también a nivel individual.
Ante esto, surge una pregunta: ¿por qué hay tantos padres que se equivocan en cuanto a la educación de sus hijos? La respuesta es, como decía antes: el capitalismo, el consumo. Ponerlos por delante de valores como la solidaridad, la asunción de responsabilidades, la cooperación, el respeto, la humildad, etc. ha propiciado la aparición de otros valores erróneos como la competitividad, el ser más que los demás. El mercado crea cada vez más necesidades con el objetivo de que no dejemos nunca de consumir. Eso impulsa a mucha gente a querer llegar a lo más alto profesionalmente, a querer tener cada vez más. Y, por supuesto, a querer que sus hijos también lleguen a esa meta, de por sí inalcanzable a causa de nuestras constantes exigencias. Estos padres no dan cabida al error en la vida de sus hijos porque viven a través de ellos. Consciente o inconscientemente les están utilizando para aparentar ser más que los demás, de cara a la galería. No actúan por el bien de sus hijos, sino por el suyo propio.
La sociedad, llegados a este punto, está enferma. La educación es el primer paso hacia una sociedad equilibrada y justa, y, cuando la descuidamos, nos condenamos.
Todas estas conclusiones las saco de lo que veo día a día. En la facultad de magisterio, en las prácticas, se nos enseñan valores que muchos padres y algunos malos profesores acaban tirando por tierra. Veo todos los días a niños hipnotizados por videojuegos, ordenadores, móviles, clases de judo, de fútbol, de natación…todo ello productos de consumo. El ocio y la libertad, la salud, se van convirtiendo en obligaciones, lo que altera su esencia, su sentido. Irónicamente, los niños son empujados salvajemente a competir, a ser más que los demás. Pero, contrariamente a lo pretendido, los niños no crecen como personas preparadas para la vida. El ansia por llegar a lo más alto malogra su educación, y les hace seres competitivos, pero no competentes. Una suerte de robots preparados para enriquecer a los más poderosos, a los más egoístas. Estamos creando consumidores en potencia y, en el proceso, vamos dejando dinero por doquier.
No, no sólo es necesario cambiar el gobierno. No sólo es necesario protestar para cambiar la política, que también. Lo primordial es acabar con este sistema que en lugar de crear comunidades que colaboren para generar riquezas y personas felices, crea ejércitos de consumidores compulsivos que pelean entre sí. Y gran parte de la culpa, aunque no queramos asumirla, la tenemos nosotros mismos. Empecemos por cambiar esta mentalidad, por comenzar a pensar por nosotros mismos, por asumir responsabilidades, esfuerzos y valores realmente importantes, y por transmitirlos en la medida de lo posible. Desechemos los malos sentimientos como la envidia, el resentimiento, la ira, el egoísmo…que únicamente nos hacen daño, convirtiéndonos en seres infelices y mezquinos, mercancía en manos del capitalismo. Luchemos por asumir valores como el respeto, la cooperación, el amor, la solidaridad, la perseverancia, la diversión, la cultura, etc. que nos lleven a un objetivo común: la felicidad, que se halla en nosotros mismos, en el bien de todos. Y quien no me crea, que lo ponga en práctica y lo compruebe por sí mismo.
Vamos a procurar tener siempre presente una máxima: sólo se puede ganar a través del triunfo de todos. Juntos.

 

 

4 comentarios:

  1. Cuantas verdades, me gusta mucho tu texto.
    Y como creo q ya lo dices tú todo, solo suscribir, que el problema de crear competidores, no competentes es que con tal de conseguir más que nadie pisan a quien sea, incluso a sus propios familiares. El problema es que estamos dejando perder esos grandes valores y el respeto que nos inculcan nuestros mayores.

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  2. Gracias Chis :) así es...Y lo más triste es que la gente así jamás llega a ser realmente feliz, viven muy equivocados. Es mucho más necesaria una revolución del pensamiento, del alma. En ese terreno me temo que nos hemos quedado anclados.

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  3. Nada que añadir, suscribo todo. Pasaré más veces a visitarte ;-). Biquiños hermanita

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